top of page

El Métropolitain se inauguró en Paris en 1900 y Baudelaire murió, también en París, en 1867. Pese a que el Underground de Londres se inauguró en 1863, no escribió sobre él. Baudelaire no llegó a conocer el métro. Fue posteriormente Benjamin quien interpretó este espacio como una ciudad paralela subterránea, comparando los pasajes con las líneas de metro y las estaciones con las plazas parisinas.

Pese a no haber llegado a situar al flâneur en esta ciudad subterránea, las grandes infraestructuras modernas podrían haber alentado el interés del mismo, al menos para el Detective benjaminiano, que no hubiera dudado en introducirse entre la multitud desde el umbral de la comodidad de su asiento durante un recorrido donde su cuerpo no consumiese apenas energía. Simplemente debía observar a sus contrarios durante sus recorridos, para así encontrar el escaparate de la cotidianidad.

Probablemente al eterno turista le habría atraído también los nombres de las estaciones parisinas, con sus correspondientes personalidades y eventos históricos destacados. Los viajeros son anónimos. Pese a pertenecer cada uno a diferente contexto y clase social, saben a dónde van y cuánto van a tardar en llegar: Este es justamente su nexo común. En el imaginario del viajero se crea una idea paralela a la función inicial del metro. Es así como se comienza a formar la telaraña emocional que se superpone al mapa de coloridas líneas, similar a los mapas psicogeográficos situacionistas.

¿Acaso no es suficiente razón para alcanzar el estado de ensoñación el hecho de estar desplazándose a gran velocidad por galerías subterráneas? 

Las primeras autopistas no llegaron a tomar gran envergadura en Francia mediados del siglo XX, bajo el pretexto de ser un instrumento de conexión nacional e internacional, de trabajo y de liberación del transporte público. Este tipo de infraestructura, es entre otras, consecuencia de la revolución industrial, que ocasionó la abundancia del automóvil privado. Es la rápida y fluida circulación de estos lo que intenta garantizar el urbanismo actual.

Seguramente ni Benjamin ni Baudelaire imaginaron que su detective posmo, una vez cansado de las restricciones y retrasos del tren, decidiese llegar a la alienación extrema y saliese a pasear en coche, con un estado de embriaguez ante la carretera que, tarde o temprano, le llevaría a provocar un accidente.

El flâneur contemporáneo podría interpretar su desplazamiento en coche hacia un concepto que recordaría más a las ideas del caminante de Poe o Hugo: solo la acción de introducirse en la carretera ya es un medio de infiltración e integración en la multitud. Los escaparates de los pasajes y su contenido se convierten en las señales y los carteles publicitarios que observa del otro lado de la ventana, proporcionándole indicaciones sobre su localización: sabe dónde se encuentra pero desconoce su interior, recibe únicamente pequeñas ciudades resumidas. Los sujetos en movimiento pasan a ser los vehículos y las masas los atascos, es precisamente en ese momento de circulación pausada y lenta donde el conductor puede observar y analizar a sus contrarios. Un abanico de contextos y situaciones entre los que podrá esconderse y alcanzar el estado de ensoñación. 

El proyecto Superestructura se constituye a partir del concepto del sujeto durante el desplazamiento contemplativo (desde Baudelaire hasta el Situacionismo) de acuerdo a la clasificación de la ciudad en las infraestructuras urbanísticas.

Es necesario un criterio de movilidad para observar el conjunto de elementos de la vida social en el territorio urbano.

Cada uno de los procesos de movimiento tiene un inicio y un fin.

CARTEL.jpg

2018

bottom of page