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(https://www.youtube.com/watch?v=kyyuwXmtwh0)

 

El desplazamiento no debe focalizarse exclusivamente en la comprensión del sujeto. En esta ocasión, no se busca situarle en un espacio, sino observar y trabajar desde su mutua dependencia. La ciudad se comprende en términos corpóreos y el cuerpo se interpreta como contenedor, como un almacén de datos e información asumida como mercancía y transportada transcontinentalmente, siendo el puerto una suerte de segunda ciudad inscrita dentro de la misma. Es paradigmático el flujo incesante de relaciones en movimiento, un constante tránsito de situaciones y acciones efímeras que condicionan la liquidez de la superestructura.

 

La ciudad es el espacio saturado por la suspensión de puntos estratégicos de poder en su territorio. Su condición de niebla dependerá de la capacidad de afectar de sus puntos. El poder y la violencia son inherentes a la ciudad, la ficción técnica supera al sujeto, en cuanto a la dificultad de diferenciación entre estos. La velocidad atenta contra el cuerpo, el recorrido automatizado se inestabiliza y la excesiva referencialidad del paisaje hace perder el equilibrio del sujeto. Nada reposa, todo desaparece antes de su asentamiento.

 

A partir de esto surgen varias preguntas:

 

¿Cómo mantenerme en pie si absolutamente todo está en movimiento?

 

¿Cómo llevar lo perecedero a cuestas?

 

¿Cómo evitar el colapso físico y mental frente a lo fugaz?

 

Hasta ahora todo va bien/

“Hasta ahora todo va bien” articula el suicida que se desploma desde el octavo piso en un momento de ruptura de la constitución espacio-tiempo. La variación de la velocidad del derrumbe del cuerpo y, por ende, su duración de desplazamiento plantea la revisión del tránsito hasta el ocaso durante el recorrido del descenso.

 

En realidad, la interpretación de esta paradoja suscita una posible idea, de la que partiré y que estableceré como eje: La velocidad gravitacional de la caída en el tiempo (espacio) del cuerpo es proporcional al constante flujo de transporte de mercancía.


 

Vestigio/

 

Suele suceder que los decorados se derrumben, suele suceder que al salir lo líquido se solidifique y caiga. El desplome es el retorno al asfalto, el paseo por la tangente. ¿Y trás la caída? La bruma, la ruina. Angustia lúcida posterior a la derrota. Iniciamos la deriva por el escombro, la lucha sin tregua junto al caos.
 

El vestigio es la ruptura con el trayecto, es la elección de caminar en la periferia, es una decisión y un posicionamiento. Es ante todo una apertura de campo; el punto de fuga se expande en sus costados, permitiendo observar las recovecos del edificio.Dar el paso y romper la relación espacio temporal puede ser una herejía lúcida. Ser consciente del derrumbe y su correspondiente desenlace: el escombro.

 

El transcurso de los discursos se rompe.

Hay que aprender a caminar la ruina, el caos y el desorden, a no volver a la linealidad. Hay que aprender a ser bricoleur (wikipedia: reutiliza lo preexistente por medio del empleo de los más variados recursos), a repensar imaginarios, a encontrar el hueco de resignificación y no heredar la imagen del mundo, sino su despojo.


Ahora vivo la ruina, habito la violencia. Peso, rompo mis estructuras y sus huesos para poder empezar a andar. Fragmento mi condición y distinción autómata para construir nuevos territorios (conceptuales) a partir de nuestros escombros. La ruina el espacio de trabajo y el espacio a trabajar (curar).

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2019

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